En el psicoanálisis, la asociación libre es el método descrito por Sigmund Freud como la «regla fundamental», constitutiva de la técnica psicoanalítica y que consiste en que el analizado exprese, durante las sesiones del tratamiento, todas sus ocurrencias, ideas, imágenes, emociones, pensamientos, recuerdos o sentimientos, tal cual como se le presentan, sin ningún tipo de selección, ni estructuración del discurso, sin restricción ni filtro, aun cuando el material le parezca incoherente, impúdico, impertinente o desprovisto de interés.
Modo de aplicación en la clínica psicoanalítica
Las asociaciones pueden surgir de manera completamente espontánea (asociación libre propiamente tal, en sentido estricto) o inducidas por algún elemento de un sueño o por cualquier otro objeto de pensamiento (por ejemplo una fantasía).
En un sentido lato, las asociaciones inducidas por una palabra-estímulo (por ejemplo en los experimentos de asociación verbal de Francis Galton, Wilhelm Wundt o Carl Gustav Jung y la «Escuela de Zúrich», en torno al Hospital Psiquiátrico de la Universidad de Zúrich) también se han englobado en el concepto más general, aunque en estricto rigor una asociación libre debe surgir espontáneamente, sin estímulo inductor.
Para el psicoanálisis es justamente la observación de esta técnica esencial la que contribuye a que afloren las representaciones inconscientes, actualizando los mecanismos de resistencia. Cuanto más libres sean las asociaciones, tanto más probable será que los contenidos inconscientes aparezcan en la sesión analítica.
Con el objeto de que el analizando pueda asociar libremente de manera óptima, el encuadre o setting terapéutico debe garantizar que el paciente pueda estar tranquilo, relajado y, en lo posible, pobremente estimulado o influenciado por el entorno. En el encuadre clásico, que sin embargo muchos psicoanalistas no consideran obligatorio, esta condición se cumple al estar el analizando recostado en un diván, sin contacto visual con el psicoanalista, de modo que no se sienta observado, juzgado o evaluado por este último y pueda así concentrarse completamente en sus asociaciones. Para el analista este encuadre también sería conveniente, puesto que posibilita el ejercicio de una manera de escuchar que atiende de manera más pareja y neutral, lo que no solo facilita el flujo libre de asociaciones del paciente, sino que permite al analista que su interpretación ulterior sea menos sesgada, ya que se acercará así a recoger lo dicho por el analizando sin juicios de valor, escuchando los contenidos ni siquiera como «información», sino simplemente como material para el análisis.
Mientras que la instrucción que el paciente (o analizando) recibe es sorprendentemente sencilla («hable de todo lo que se le ocurra, sin filtrar ni seleccionar»), atenerse a la regla suele resultar algo bastante más complejo, que requiere de un cierto ejercicio y de que establezca primeramente una relación de confianza entre el analista y su paciente. No resulta muy fácil dar libre curso a las asociaciones de ideas porque, por una parte, se trata de una práctica desacostumbrada (en ningún otro espacio social se espera que las personas hablen sin estructurar el discurso, prescindiendo además de seleccionar cuidadosamente los contenidos) y por otra, se trata de vencer fuertes resistencias al análisis, conscientes e inconscientes.
En el caso de los niños, esta regla no tiene aplicación, principalmente porque no estarían aún en condiciones de asociar libremente, al menos no a través del discurso verbal. Por eso, en el psicoanálisis con niños, sobre todo con los más pequeños, es la libre puesta en escena, a través del juego lo que desempeña el rol fundamental en cuanto a aportes de contenidos inconscientes para el análisis. Respecto de este punto Melanie Klein y Anna Freud, dos psicoanalistas que trabajaron especialmente en el área infantil, tenían visiones muy contrapuestas: mientras la primera consideradaba el juego un equivalente perfecto de la asociación libre, la segunda discrepaba totalmente de este enfoque.1
La contrapartida de la asociación libre en el psicoanálisis es la, así denominada "atención flotante" del analista y que consiste en que este escuche de una manera atenta, pero «plana» o pareja, sin valorar, juzgar o evaluar la relevancia de los elementos del discurso del analizado, sin jerarquizar u otorgar mayor importancia a ciertos contenidos en desmedro de otros, es decir, respetando las reglas de neutralidad y abstinencia.
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